“Nacha”. Nació el 12 de julio de 1949 en Santa Fe. Cuando termina la secundaria en el colegio de “Las Adoratrices” de aquella provincia, viaja a Córdoba para seguir la carrera de Psicología y profundiza su compromiso social, comenzado años anteriores. Participa en campamentos de trabajo en Tucumán y en la Agrupación Estudios Sociales (AES) donde toma conciencia de la pobreza y marginación social que la rodea y decide optar por un cambio desde la militancia política, es decir, con rezar solamente y hacer buenas obras no alcanza para cambiar la realidad. Abraza el peronismo. Su primera detención se produce en la Navidad de 1971, permaneciendo presa en la cárcel de Devoto hasta el 25 de mayo de 1973. Liberada por la lucha de su pueblo, redobla esfuerzos en pos de una patria justa, libre y soberana en el marco del socialismo nacional. Es Profesora de Psicología y maestra. En circunstancias adversas sigue resistiendo. Militante montonera secuestrada-desaparecida en Rosario el 15 de marzo de 1978 a la edad de 28 años. Vista en los CCD “La Calamita” y la “Quinta de Funes” en Rosario antes de su asesinato. Allí padeció una serie de sufrimientos y violaciones a su persona basadas en la mentira y el sometimiento brutal. Producto del amor con su pareja, nació Carlos Ignacio Laluf, de dos años de edad al momento de la desaparición de su madre. A “Nacha” se la recuerda como una persona alegre, solidaria, cariñosa, siempre dispuesta por ayudar al humilde y darle una mano al necesitado. Llevaba consigo un profundo compromiso religioso que se puso de manifiesto una vez más, cuando desde su cautiverio envió cartas a su familia llenas de esperanza e invocando a la Vírgen María de quien era devota. Su hermano menor Juan Vicente (ella le llevaba seis años) consideró que “tal vez sus captores, que después fueron sus verdugos, también hayan invocado a la Vírgen… ¿Cómo pudo pasar esto, cómo pudo suceder que un general de la Nación, un presidente que concurría a misa, haya pergeñado este sistema espantoso? ¿En nombre de qué valores, de qué Dios? ¿Cómo podían volver a sus casas, a sus hijos, a sus templos, después de haber hecho esto? No tuvo respuesta. Juan Vicente Benassi, testigo en el juicio a los represores, terminó su breve declaración con una exhortación a los jueces. “Quisiera pedirle al Tribunal que contemple en su sentencia la gravedad, la profundidad de lo que significa la violación de la dignidad humana y que por consiguiente encuentre en su sentencia el lugar que corresponde a esta atrocidad”. Cuando terminó, los aplausos resonaron en la sala de audiencias. PRESENTE!